2.3.11

Best Of Gloucester County - Danielson


Dentro de la tradición barroca, pop y amablemente deforme de bandas como Flaming Lips o The Polyphonic Spree, pero también llenos de una vitalidad que se podría considerar tan ingenua y tan genuina, perdonando el trabalenguas, como la de Daniel Johnston, los discos de Danielson (y de Brother Danielson, y de Danielson Famile) requieren un período de adaptación y posterior asentamiento de los incontables fragmentos de información sonora que, en su conjunto, los constituyen, como los hilos de un tapiz que, visto (escuchado) de cerca, parece intrincadísimo, pero visto (escuchado) de lejos, causa una impresión de sencillez casi perfectamente opuesta a la anterior.

Si tratáramos de desmenuzar las posibles influencias de Danielson, percibibles en este disco, podríamos decir que conviven, en él, elementos tan improbables como el flamenco (escuchen Olympic Portions), el folk estadounidense (en parte, gracias a su amigo y colaborador Sufjan Stevens, quien también participa en este álbum), el rock psicodélico (Denominator Bluise), el cha cha cha (sí, en serio: People's Partay) y algunas construcciones armónicas que recuerdan a la música de Medio Oriente, aquí y allá, en gran parte del disco.

Y lo más raro del caso es que ninguna de todas esas influencias dispares desentona con las otras, creando un conjunto en el que, finalmente, Best Of Gloucester County emerge como un disco honesto y optimista, lejanamente sazonado por una dosis perfecta de melancolía.

Cocina de gourmet, realmente.

24.2.11

O Moon, Queen Of The Night On Earth - Jonathan Richman



Algunas personas tienen el don del relato y el atractivo de los chamanes que congregan a su tribu a su alrededor para contarle historias. Y la tribu calla y escucha y es seducida hacia el centro mismo del relato, sin saberlo, como los ratones de Hamelin, a un lugar en donde no importa demasiado qué está sucediendo, en realidad, sino dejarse relatar, en el sentido de dejarse contar una historia y también en el sentido de ser contados, ellos mismos, por la historia que está siendo relatada.

Eso es magia, para mí, o de ese modo prefiero entenderlo. Magia blanca, aunque no del todo, de la que está repleto O Moon, Queen Of Night On Earth, el nuevo disco del autoproclamado amante moderno: Jonathan Richman

O Moon, Queen Of The Night On Earth es un disco mínimo, que no necesita más que lo que tiene: la guitarra que acompaña a la voz que acompaña a la guitarra y algún teclado, alguna percusión.

O Moon, Queen Of The Night On Earth es un disco que dice poco y lo dice austeramente, pero también lo dice de un modo tan maravilloso e irresistible, que lo deja a uno con la sensación de que, en solo catorce canciones, ya le han revelado todo lo que necesitaba saber. Tal vez sea ese, más que ningún otro, el oficio de un buen chamán.

It's What I'm Thinking (Part One: Photographing Snowflakes) - Badly Drawn Boy



A mediados del año 2000, un músico inglés, thirty-something, ignoto para la mayoría del público, con un seudónimo un tanto ridículo, si se quiere, nos maravilló con uno de los discos más hermosos y mejor compuestos de nuestro tiempo; una de esas joyas musicales que suceden de tanto en tanto, cuando suceden. La joya, en cuestión, es The Hour Of Bewilderbeast, disco que fue sucedido por un puñado de álbumes del mismo artista, editados regularmente durante la última década, si bien entretenidos, sin duda decentes y, seguro, hasta brillantes, por momentos, pero también bastante alejados de la genialidad indiscutible de su opera prima.

Este año, tal vez siguiendo su propio consejo de que: a veces está bueno reacomodar el orden de las cosas, como canta en The Order of Things, Badly Drawn Boy nos sorprende con: It's What I'm Thinking (Part One: Photographing Snowflakes): un disco que retoma, sin imitarlo y pisando despacio y con prudencia, la promisora genialidad y destreza compositiva de The Hour Of Bewilderbeast, y la senda de los grandes orfebres de la canción británica, marchando notable(y notoria)mente sobre el pavimento tendido por Morrissey, pero con la suficiente autonomía, entidad e identidad como para hacer camino propio, al andar. 

It's What I'm Thinking (Part One: Photographing Snowflakes) se anuncia como la primera parte de una trilogía y me llena de esperanza pensar que represente, también, el 33.33% inicial de una obra tan relevante y perdurable como aquella que nos cautivó a mediados del año 2000 y nos hizo disculparle, a un ignoto músico inglés, thirty-something, su seudónimo un tanto ridículo, si se quiere.

22.2.11

Letras escogidas: Solsbury Hill - Peter Gabriel (Peter Gabriel I, 1977).



subiendo por Solsbury Hill
podía ver las luces de la ciudad
mientras el viento soplaba y el tiempo estaba detenido
y un águila atravesó la noche
él me llamó la atención
se acercó y escuché una voz
parado allí, tensando cada nervio
no tuve más alternativa que escucharlo
no podía creer la información
tuve que confiar en mi imaginación
mi corazón latiendo: bum, bum, bum
"hijo", me dijo, "juntá tus cosas:
vengo a llevarte a casa"

me resigné a guardar silencio
mis amigos pensarían que me había vuelto loco
conviertiendo el agua en vino
pronto se me cerrarían las puertas
y así fueron pasando los días
a pesar de que mi vida estaba estancada
hasta que pudiera encontrar las palabras
y saber qué conexión cortar
estaba sintiéndome parte del decorado
y me alejé decididamente de la maquinaria
mi corazón latiendo: bum, bum, bum
"ey", me dijo, "juntá tus cosas:
vengo a llevarte a casa"
(de vuelta a casa)

cuando el engaño tiende su red
nunca estoy donde quiero estar
y la libertad hace sus piruetas
cuando pienso que soy libre
observado por siluetas vacías
que cierran sus ojos, pero aún pueden verme
a ellos nadie les enseñó modales
voy a mostrarles otro yo
hoy no necesito un reemplazo
voy a explicarles por qué estoy sonriendo
mi corazón latiendo: bum, bum, bum
"ey", les dije, "pueden quedarse mis cosas:
vinieron a llevarme a casa"

Hotel Shampoo - Gruff Rhys


La Real Academia Española define a la música como una sucesión de sonidos modulados para recrear el oído, pero no creo estar loco, ni alucinando, y juro que tampoco respondo a la influencia de ninguna sustancia psicotrópica, al menos hasta donde tengo conocimiento, que me obligue a decir, y sostener, como planeo hacerlo a continuación, que la música genial del genial Gruff Rhys, tanto con su banda, Super Furry Animals, como en sus álbumes solistas, fue concebida para escuchar en 3D.

Hotel Shampoo se va desdoblando ante nosotros, ante nuestros sentidos, como un prolijo, pero caprichoso y ligeramente anacrónico modelo a escala de la música de los 60's, transitando la hipotética proyección de una línea temporal perteneciente a un universo paralelo en donde el éxtasis creativo de los Swinging Sixties nunca se terminó, sino que continuó prolongándose y, de hecho, gozando de una envidiable salud, hasta el presente. Sus  trece canciones son como unos laberintos pequeños, de entre 2:54 y 4:75 minutos de longitud, inundados por los sonidos más diversos y de donde, francamente, no dan muchas ganas de salir de nuevo a la normalidad prosaica e infinitamente entrecomillada del mundo real.

Gruff Rhys es, en mi opinión, una versión actual que honra al mejor Brian Wilson, un arquitecto de canciones honesto e inmaduro en el mejor sentido de la palabra, con mucho, muchísimo espacio para seguir madurando en el transcurso de sus próximos discos tridimensionales.

21.2.11

Let England Shake - P.J. Harvey


La primera canción de un disco debe servir, y lo hace, como advertencia de que, si el espectador continúa descubriendo el resto de la obra, lo hace bajo su propia responsabilidad. A tal fin, apenas comenzado Let England Shake, su autora nos suelta la mano y cumple en avisarnos que el viaje será raro y que no esperemos ver lo que ya hemos visto en viajes anteriores.

Sucede que P.J. Harvey transita una senda de transformación constante, y tanto es así, que en Let England Shake cuesta reconocerla. Si, en algunos discos anteriores, tal vez uno podía adivinar influencias contemporáneas, no resulta fácil asociar este disco con una determinada escena musical, por más que la costumbre y ese innecesario instinto de clasificación, del que solemos ser víctimas, lo ubiquen en esa habitación de cachivaches oscura y con olor a humedad a la que uno insiste en llamar música indie.

Let England Shake es un gran disco de canciones, ejecutado con astucia y con destreza por una de las mujeres más interesantes que ha dado la música en el último par de décadas, quien nunca aún, ni parece que vaya a suceder, tuvo que recurrir al escándalo, ni exagerar su sexualidad para hacerse un lugar en la consideración del público, de la prensa y de sus pares.

19.2.11

The King Of Limbs - Radiohead





The King of Limbs no es un disco fácil, ni complaciente a nivel masivo, como era razonable anticipar, aunque debajo de las muchas capas sonoras que le dan textura al disco, siempre se atisba la canción, su estructura. No es un disco sorprendente, aunque lo sería, si la sorpresa no fuera un factor previamente asumido, cuando uno se dispone a escuchar un disco nuevo de Radiohead. No es un disco revolucionario, incendiario, que marque una bisagra generacional en su década, como tal vez lo fue Kid A, pero sí propone un cambio, aunque lento, interior, correspondiente, en mayor medida, a un proceso mucho más extenso que este disco corto, pero no efímero, proceso que la banda ha venido desarrollando desde siempre, pero con mayor intensidad desde que no tienen necesidades comerciales creadas por un medio al que, si aún pertenecen, no es solamente de modo accidental, sino, por momentos, muy a pesar de los propios deseos de sus integrantes, según expresan ellos, en sus escasas apariciones mediáticas.

Uno se acostumbra, por pereza o por necesidad, a un mundo en el que, como dice la canción de Manal, no hay tiempo de más. Uno se acostumbra a que el corte de difusión para el nuevo disco de una banda sea parecido a los cortes de difusión de muchos otros discos, de muchas otras bandas, y a que a ese corte de difusión le corresponda un video, también parecido a otros videos. Uno se acostumbra, tristemente, para mí, que soy un melómano un poco nostálgico y fetichista, a que escuchar un disco ya no implique la construcción minuciosa de una ceremonia previa y de una serie de ritos cuasi-sacramentales, ligados íntimamente a su escucha, y a que este proceso, desprovisto de toda liturgia, termine siendo un acto más cercano a la estadística, o al cumplimiento de una rutina periódica.

Es celebrable el hecho de que Radiohead constituye, tal vez, una de las raras excepciones a esta suerte de Déficit de Atención, que caracteriza al público cultural de la flamante segunda década del Siglo XXI.